Uno de los cantautores andaluces más conocidos en España y fuera de sus fronteras. Un granadino que recuperó casi del olvido la típica copla española y la renovó con sentimientos solidarios y comprometidos. Él se consideraba a sí mismo un juglar y entendía la canción como una actitud ante la vida. Una actitud que le llevaba a hablar, a cantar a aquellos que sufrían: a los jornaleros andaluces, al pueblo saharaui, a las víctimas de la guerra de los Balcanes, a las madres de la plaza de mayo de Argentina,… Pero no sólo de coplas vivió Carlos Cano. Habaneras, tangos y fados también están presentes en su discografía.
Antes de que le llegara el éxito, se vio obligado a emigrar y trabajar como marinero en el puerto de Rótterdam, en un hotel de Suiza, fabricando farolillos para féretros o en la imprenta de un periódico alemán. Su popularidad como cantautor creció durante la transición a la democracia. En tiempos del franquismo, sus letras fueron consideradas como excesivamente sociopolíticas. Incluso llegó a tener canciones prohibidas.
Su primer disco A duras penas, llegó en 1975. Después vinieron A la luz de los cantares, Crónicas Granadinas, De la luz y el sol, El gallo de Morón, Si estuvieran abiertas todas las puertas,…
Aunque muchos pensaban que era militante del Partido Socialista Andalucista, nunca lo fue. Para él no tenía sentido la militancia política. "A veces me he dado cuenta que tengo cosas que son anarquistas, y otras más bien conservadoras, y algunas tienden a lo progresista y a lo revolucionario", dijo textualmente. Pero sí es cierto que sus sentimientos eran de izquierdas y nacionalistas, al tiempo que se identificaba con lo propio del pueblo andaluz.
Con 53 años, en diciembre del 2000, falleció en su Granada natal, después de haber superado las mayores complicaciones médicas de una intervención por una rotura severa de aorta, el 28 de noviembre. Antes, grabó su último disco De lo Perdido y otras coplas.