Existen varios aceites de oliva en función de sus características y del proceso por el que han sido elaborados.
En primer lugar, se encuentran los aceites de oliva vírgenes, que son los que se han creado con procedimientos mecánicos o físicos que no han supuesto una alteración del aceite. Esto significa que sólo han pasado por el lavado, la decantación, la centrifugación y el filtrado.
Estos aceites pueden ser o no aptos para el consumo en la forma que se obtienen. Los que no son aptos se denominan aceites lampantes, y deben ser refinados.
Los aceites de oliva virgen aptos para el consumo de la forma en la que se obtienen se clasifican, a su vez, en: virgen extra (con un máximo de acidez de 0,8%), virgen (acidez máxima del 2%) y virgen corriente (acidez máxima del 3,3%).
En segundo lugar, se encuentra el aceite de oliva refinado. Este aceite se obtiene del refino de los aceites de oliva vírgenes y su acidez máxima es del 0,3%.
Por último, el aceite de oliva se obtiene con una mezcla de aceite de oliva refinado y de aceites de oliva vírgenes. Su acidez máxima es del 1%.
A la hora de comprar un aceite es bueno tener en cuenta esta clasificación para saber el producto que estamos adquiriendo y la calidad con la que cuenta.