Las propiedades del aceite de oliva dependen de la familia de los olivos, de la composición del suelo en el que crecen, de la orografía del terreno, del cuidado en la recolección y en la molienda y del clima, entre otros factores. Asimismo, los matices que percibimos en los diferentes aceites de oliva dependen del punto de maduración en que se encuentran los frutos en el momento de la recolección.
Por el color del aceite de oliva podemos adivinar sus características. Los reflejos oscuros y verdosos son típicos de los aceites afrutados y un poco amargos, y proceden de aceitunas que no han completado su proceso de maduración; los destellos amarillos y dorados se corresponden con aceites dulces, obtenidos de una cosecha tardía.
Cada día el aceite de oliva es un componente más importante en las cocinas y en las mesas españolas y andaluzas. Los mejores cocineros seleccionan el aceite de oliva en función del plato que van a elaborar, como si de un buen vino se tratara.
El aceite de oliva virgen es perfecto para las frituras, ya que resiste las altas temperaturas y hace que podamos utilizarlo un mayor número de veces. Además, crea una película alrededor de los alimentos que impide que el aceite penetre en el interior y que consigue que éste se fría y no se cueza.
Un aceite de oliva virgen es, ni más ni menos, que zumo de aceitunas sanas, totalmente natural y sin conservantes, con propiedades muy beneficiosas para la salud. No en vano los científicos aseguran que reduce el nivel de colesterol, el riesgo de infarto, las probabilidades de trombosis arteriales y la acidez gástrica. Además, protege contra úlceras y gastritis, es el mejor aceite absorbido por el intestino, regula el tránsito intestinal, es beneficioso para los huesos y previene el envejecimiento cerebral y de los órganos.