Toreros en Andalucía

Toreros © michelle chaplow
Toreros

Tengo escrito que en ninguna parte como aquí, en esta tierra, el torero surgió del alma de un soplo de viento envuelto en filigranas de capotes y puñados de sentimiento.

Muchos han sido, son y serán los toreros andaluces que por esas plazas regalen puñados de sentimientos. Detengamos pues el tiempo en el presente y acompañemos con nuestra historia la historia de los que ahora dan gloria al juego de vida y muerte que es el toreo.

JESULÍN DE UBRIQUE

Jesús Janeiro Bazán nació un día 9 de enero de 1974 en Ubrique, un pueblo de la serranía gaditana conocido por su industria del cuero. Jesulín quería ser futbolista pero fue por el camino de la tauromaquia por el que encontró su destino. Al arrope del maestro Rafael Ortega representó a la Escuela Taurina de Cádiz en un concurso celebrado en la localidad malagueña de Mijas, donde resultó triunfador para orgullo de su profesor. Pasó por Ronda toreando por vez primera toros de tres años, que se llaman utreros y en Nîmes, Francia, le vio los pitones al toro cuatreño tomando la alternativa como matador de toros. Corría el año 1990. Cuatro años más tarde se encerró con seis bureles en la plaza de El Puerto de Santa María en una corrida homenaje a la mujer y un año después, en el 95 terminó su temporada con 164 corridas toreadas. Hasta ese año ningún matador de toros de la historia de la tauromaquia había conseguido tal proeza. En el año 99 hizo un paréntesis en su carrera y en el 2001 volvió a los ruedos. Terminada esa temporada sufrió un gravísimo accidente de circulación que le mantuvo un año sin poder torear. En el 2003, restablecido volvió a dejar el magisterio de su temple en los ruedos. He dicho temple y ese es pues el argumento principal del toreo de Jesulín. Podría decirse que el de Ubrique aporta a la tauromaquia uno de los verbos con mayor peso específico, el de templar. En el orden taurino este verbo es consustancial al toreo bien hecho y tiene mucho que ver con el ritmo de la embestida del toro. Se define pues este verbo como la virtud de correr la mano que lleva la muleta imprimiendo una velocidad al toro que raya en la lentitud; o también adaptando ese movimiento de la muleta a la velocidad que el toro traiga. En ambos casos el animal nunca deberá topar con el trapo. Pero llegar a este reconocimiento no ha sido fácil. Desde que tomó la alternativa y arropado por sus "numerosas seguidoras" Jesulín flirteó con el ridículo, adquiriendo de esta manera mucha fama que luego cuando quiso recomponer su prestigio para la tauromaquia el publico que antes llenaba las plazas, ahora le daba la espalda. Para el aficionado era un vulgar oportunista. Como queda dicho, después de su retirada y del accidente Jesulín de Ubrique enfocó su vida personal y profesional de una forma más racional y esto se notó en los ruedos. Ahora torea para él. Ahora cautiva al aficionado.

FINITO DE CÓRDOBA

Cuando Juan Serrano debutó en Marbella como novillero llenó a la afición de una gran ilusión. Aquel día, todos los que acudimos a ver a este torero y a otro que por entonces también empezaba, Julito Aparicio, nos emocionamos. La emoción en el toreo es la columna vertebral del espectáculo. Hoy en día se suele decir que a los toros va a uno a divertirse y en realidad mientras la presencia en el ruedo de un toro sea el origen de esta fiesta, a los toros va uno a emocionarse. Y hay emoción cuando hay toro y hay emoción cuando hay torero. Una emoción que el espectador puede vivirla desde sus dos vertientes, la emoción del poder de la fiera y la emoción del saber del torero; y la otra emoción que dimana de cuando los dos oficiantes del rito, se entregan al devaneo de la muerte creando un arte inigualable, efímero, pero verdadero. Ningún otro arte puede superarlo. Ver a un novillero con las cualidades y las características que desarrollaba este chaval barbilampiño, no era común en la década de los ochenta. Lo cierto es que no es común ver torear bien a un chaval en ninguna década salvo aquellos novilleros que están tocados por la gracia de Dios. Y les puedo asegurar que eso es difícil. Pero Finito, como un ángel, nos fue dado, y por su elegancia y su profundidad me cautivó. Su temple y su pellizco me enamoraron. En realidad Finito de Córdoba estaba ofreciendo al toreo la resurrección de los viejos cánones de la tauromaquia. En realidad nada nuevo, sino la verdad del toreo de siempre. Una concepción clásica del toreo. Mirar el toreo de este matador nacido en Cataluña, pero reconvertido al andalucismo más puro a consecuencia de sus padres, emigrantes que volvieron a su tierra, Córdoba, es ver esencias, ritmos y virtudes del toreo que nos dejaron otros tres toreros andaluces como lo fueron Manolete, Antonio Ordóñez y Paco Camino espejos en los que, según sus propias palabras, se ha fijado Juan. Y la verdad es que esos tres toreros maestros de maestros por si solos forman una tauromaquia. Así de grande es el toreo y así de grande lo hace, cuando puede, Finito.

El toreo a la Verónica alcanza en Finito una verdad incontestable cuando cargando la suerte y ganando terreno al toro encadena los lances hasta el infinito. El toreo al natural, el que se hace con la muleta en la mano izquierda, el que está considerado como el toreo puro, el de más verdad; El que le da los cortijos a los matadores; Es el privilegio de la tauromaquia de Finito de Córdoba. En el cite y en la ejecución dimensiona esta suerte hasta su autentica pureza. Su toreo requiere un toro con nobleza y transmisión, con ritmo y temple en su embestida. El toro que se mueva. Finito ha indultado varios toros a lo largo de su vida profesional en plazas como Córdoba, que es la suya, y a cuya afición le ha devuelto el orgullo de sentir a un torero propio. Huelva, Barcelona y Jaén.

JAVIER CONDE

Javier Conde Becerra es malagueño de nacimiento verificado un dos de febrero de 1975. Hijo de un novillero de la tierra del Sol, Curro Conde, quiso se torero desde muy pequeño ingresando para ello en la Escuela Taurina de Málaga que por aquellas fechas dirigía Manolo Ortiz. Otro de los que en la tauromaquia han dicho verdades como puños. En la escuela coincidió con el hijo de Manolo, Ricardo Ortiz y Juan José Trujillo entre otros. Debutó con picadores en el año 92; año mítico en España, por la Expo Universal de Sevilla; en Úbeda, la ciudad de los cerros que pertenece a la provincia de Jaén y que es ciudad monumental del Renacimiento español. Tomó una alternativa de lujo en su ciudad natal de manos de el torero salmantino Niño de la Capea, al que Conde considera su maestro y que reapareció para este acontecimiento. Jesulín de Ubrique fue el testigo de esta ceremonia.

El toreo del malagueño cuando era novillero sin caballos, era un toreo ortodoxo, limpio y clásico, que tras debutar con caballos y tomar la alternativa fue evolucionando a normas mas surrealistas, heterodoxas y mágicas, porque uno de los misterios del toreo de Javier Conde es la magia, la inspiración que aparece como nebulosa efímera cuando el destino así lo dispone, no cuando el hombre propone. Esta transformación que sin duda tenía mucho que ver con la propia búsqueda y definición de la personalidad de Javier tanto en su vida privada como profesional, suscitó las más adversas críticas y las más acérrimas pasiones. No es por tanto un torero indiferente a los públicos. O se le quiere o se lo odia. O gusta o no.

En contra de lo que parece Conde no es un torero técnico, es un torero imperfecto, pero hábil.

Madrid tuvo la oportunidad de verlo como novillero aunque no de matador y Sevilla no ha podido hacerlo aún.

Conde no es un torero de responsabilidades. Estas le ahogan. Por ello la inspiración es la mejor de sus soluciones en las tardes memorables como aquella noche de verano en La Malagueta, en la que toreando mano a mano con Manuel Díaz el Cordobés cuajó dos faenas mágicas que le supusieron el corte de cuatro orejas y el ascensor a las imaginativas mentes de los aficionados que ansiaban encontrar en su toreo la salida a la vulgaridad estanca de la tauromaquia del momento. Del embrujo en sus muñecas y del ardiente poso artístico de este torero da cuenta su tauromaquia, a la que me sumo aún cuando me considero un aficionado ortodoxo. Cometo un desliz, lo sé. Pero en realidad en tanto amor, una infidelidad no es más que un devaneo.

MORANTE DE LA PUEBLA

José Antonio Morante Camacho nació en La Puebla del Río, Sevilla, el día 2 de octubre de 1979. No hay en su familia antecedentes taurinos, pero me consta que aún así, ellos todos, han sido los primeros en arroparlo en cualquiera de las plazas que torea. Una cantidad ingente de familiares del torero sevillano se trasladan de una a otra plaza donde disfrutan o se entristecen como él cuando la tarde no sale bien. Debutó con caballos en GuillenaSevilla y tomó la alternativa en Burgos el 29 de julio de 1997.

En la temporada del 99 atravesó por vez primera la Puerta del Príncipe de la Plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que es la puerta grande por donde salen los toreros a hombros, y que es la más codiciada del toreo, y un año más tarde tras la gloria en esa misma plaza, la cruz. Resultó cogido por vez primera y acusó esta cogida durante toda la temporada. Entró en Madrid en el año 2001, y eso significa que el público más exigente del mundo lo vio con buenos ojos y les cautivó, fue ante un toro de Javier Pérez Tabernero al que sometió con cierta elegancia a pesar de las dificultades del animal. Pero hay un destino escrito para algunos toreros y Morante lo tiene rubricado en una plaza de toros, la de El Puerto de Santa María, de la que dijo Joselito el Gallo que quien no hubiera visto toros en El Puerto, no sabía lo que era una tarde de toros. Pues nuevamente volvió a triunfar en la plaza de El Puerto de Santa María donde ha tenido tardes de verdadera inspiración. Su toreo de sentimiento es un toreo propicio a la irregularidad pero que cuando cuaja un toro es imposible que quede alguien en el tendido de una plaza a quien le sea indiferente su faena. El toreo de Morante es un toreo natural, nada forzado, por lo que la esencia misma de su arte es su propia esencia de vida. Sus brazos sus muñecas y su cintura tienen como propia personalidad, algunos dirían que tienen vida propia, regida eso sí por una cabeza que marca el compás de la más exquisita filigrana, el profundo "quejío" del muletazo quebrado, como cuando el cantaor de cante grande quiebra su voz desgarrando el aire con la Soleá. Es sin lugar a dudas el toreo con la muleta el más característico de este matador sevillano. Con la franela enjareta y liga series de muletazos quizás inimaginables, quizás exactos. Seguramente llenos también de vida propia. El toreo también es expresión corporal y en Morante es eso una seña de identidad. Esa expresión corporal cuando se afecta se cae en el ridículo, pero cuando se hace con natural espontaneidad, como lo hace José Antonio, se ennoblece, como a su vez lo hace el alma del torero que se hinche de sano orgullo, de satisfacción por el logro realizado. Que no es otro que el de ser torero retrechero. Buen torero. Y por supuesto haber llegado, con lo hecho, al público que lo espera.

EL FANDI

David Fandila Marín, nació en Granada el 13 de agosto de 1981, debutó con picadores cerquita de la capital granadina, en Santa Fe y fue alternativado en su ciudad natal en junio del año 2000 de manos de José María Manzanares. Su familia de antecedentes taurinos le inculcó el amor por el toro bravo del que se enamoró a partir de un festival que toreo en la localidad granadina de Alamilla en el año 95. Pero ciertamente estuvo a punto de que este no fuera su destino por cuanto el chaval granadino sentía afición por el esquí. Hasta militó en el equipo nacional de esquí. Pero afortunadamente el destino, que guarda tras de las esquinas los más insospechados caminos, hizo que Fandila tomara el de los toros, para gloria de su familia, de su ciudad y de el mismo. Alumno de la Escuela Municipal Taurina José Antonio Martín, de Almería, aprendió la técnica y el alma del toreo ya que la personalidad es como decía aquel, de "ca uno". Tal fue la obra de José Antonio Martín en la escuela que el chaval de habla característica y natural sonriente, terminó de cautivarle este oficio y le imprimió un carácter resoluto que lo hicieron un torero largo que es condición del matador que domina las suertes. Las banderillas y la muleta y que a ambas le imprime oficio variadísimo, en lances de capote, en ejecución de banderillas y en diversidad de muletazos. Ese domino de todas las suertes le hace necesario en todas las ferias, resultando ser uno de los novilleros de los últimos tiempos con mejor proyección. Aún siendo novillero y cuando toma la alternativa se dispara su popularidad enormemente.

David Fandila que ya despertó interés en ciertas novilladas nocturnas celebradas en la plaza de Las Ventas de Madrid, puso de manifiesto su soltura en todas las suertes y ya de matador de toros las ha ido perfeccionando y ejecutando con mayor brillantez. Con el capote es capaz de torear de rodillas a la Verónica y hacerlo bien, templado y con estilo. Hasta seis Verónicas le he visto de esta guisa ejecutar, sin enmendarse. Con las banderillas llega mucho a los toros, cuadra en la cara y coloca pares brillantes y emotivos, que hacen ponerse a los públicos en pie para aplaudir. Destaca de esta suerte, la de los pares de banderillas al Violín y el par de la moviola que consiste en cuadrar el par y colocarlo reuniensode con el toro andándole hacia atrás. Con la muleta, que suele ser el punto flaco de todos los matadores que ponen banderillas, El Fandi brilla con luz propia en los pases al natural.

Es pues para mí este torero la expresión misma de la largueza de la tauromaquia hasta tal punto que llegué a bautizarlo como el Frascuelo redivivo. Ambos toreros de Granada. Ambos toreros largos.