Objetivo: estar bellos. ¿O más bien deberíamos decir sentirnos bellos, guapos, atractivos? En cualquier caso, este es el fin de los centros de estética: lograr, a través de diferentes y múltiples métodos y técnicas, que la persona que acuda a ellos salga sintiéndose mejor con su aspecto exterior. Un rostro más terso, limpio y luminoso; un corte de pelo y un color más favorecedor; unas manos más sedosas y más lucidas; un cuerpo libre de vellos, un escote más sugerente y juvenil; un aspecto más saludable y joven…
En este afán por lograr que el cliente se sienta más a gusto consigo mismos, son muchos los centros de estética que trabajan con planteamientos holísticos, que unen tratamientos de belleza con otros que persiguen el bienestar general. Quizá porque cada vez somos más los que creemos que difícilmente podemos sentirnos bellos si no nos sentimos relajados, libres de las tensiones que vamos acumulando a lo largo del día. Así, en estos centros también encontraremos, junto a los tradicionales de belleza, otros métodos y técnicas que nos ayudan a encontrar la paz y la tranquilidad interior, a olvidarnos de las preocupaciones cotidianas, a sentirnos a gusto con nosotros mismo y con todo lo que nos rodea. Y todo ello en muchos casos, uniendo maquinarias, cremas y otras sustancias de última generación con técnicas milenarias que ahora se recuperan de una especie de baúl de los recuerdos, como algunas terapias alternativas.