La dietética, como ciencia que trata de la relación entre la alimentación y la buena salud, nos enseña la mejor forma de utilizar los alimentos para cubrir las necesidades biológicas tanto cuando estamos sanos como cuando estamos enfermos. Lograr que los alimentos que ingerimos sean nutritivos, es decir, que nos permitan obtener la energía que necesitamos es función del tipo de vida que llevemos, que nos ayude a construir y reparar las estructuras corporales, y que nos lleve a regular los dos procesos anteriores.
Aunque, en principio, todos somos iguales, no todos tenemos las mismas necesidades en cuanto a alimentación se refiere. Por eso hay diferentes dietas en función del tipo de vida que cada persona lleva, así como en función del modo en que trabaja su organismo. Hay dietas adecuadas para obesos, otras indicadas para personas desnutridas o convalecientes, para quienes tiene problemas de funcionamiento de la vesícula biliar, para quienes sufren gastritis o úlceras de estómago o duodeno, para deportistas de alto nivel, para personas que llevan una vida sedentaria, para aquellos que, por naturaleza o por algún problema puntual, sufren estreñimiento,…
Está demostrado que existe una relación directamente proporcional entre la salud y la alimentación. Cuanto más equilibrada y variada sea nuestra dieta, más sanos estaremos y nos sentiremos. La clave está en que ni falte ni sobre ningún nutriente necesario según nuestro estilo de vida y el particular modo en que funciona nuestro organismo.
Los errores más habituales en la dieta que actualmente llevamos los vivimos en países desarrollados suelen ser un consumo elevado de calorías y un desequilibrio en la ingesta de nutrientes, al comer pocas frutas y verduras, muchas proteínas animales, menos hidratos de carbono complejos, y más azúcares refinados. Lo saludable es seguir una dieta variada, es decir, que incluya un alimento de los siguientes grupos: leche y derivados lácteos; carnes, huevos y pescados; grasas y aceites; cereales, legumbres, pasta y azúcar; hortalizas y verduras; y frutas. En cuanto a las cantidades, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las proteínas deben aportarnos el 10% de las calorías, las grasas no deben aportarnos más del 30% y los hidratos de carbono, entre el 55 y el 60%.
La llamada dieta mediterránea es la que más se acerca a este concepto de dieta variada y equilibrada, es decir, saludable. Sus principales características son un alto consumo de frutas y verduras, mayor consumo de pescado que de carnes y derivados, consumo habitual de legumbres y cereales, el uso de aceite de oliva como grasa culinaria, y bajo consumo de azúcar y grasas saturadas.