La aromaterapia o la terapia de los aromas es la ciencia que emplea moléculas aromáticas de la naturaleza para curar. Es decir, la utilización terapéutica de los efectos que produce en el organismo los diferentes aromas de los aceites esenciales, provenientes del mundo vegetal.
El uso terapéutico de los aceites esenciales es conocido desde la antigüedad. Los egipcios elaboraban preparados con aceites esenciales para uso medicinal, cosmético y de rituales espirituales. Griegos, romanos y árabes también hicieron uso de los aromas, y ya a principios del siglo XX, el químico francés Rene M. Gottefosse, conocido como el padre de la aromaterapia, reafirma las poderosas propiedades antisépticas y curativas de los aceites esenciales y demuestra que la estructura molecular de estos aceites permite que la piel absorba sus sustancias grasas.
Cuando olemos el aroma que desprende un aceite esencial, nuestro cuerpo reacciona tanto a nivel físico como mental y emocional. La composición química de las esencias activa la producción de hormonas y el metabolismo, puede llegar a modificar nuestros sentimientos y emociones, despierta nuestra memoria y también nuestra intuición. Ya sea por inhalación directa, vaporización, baños aromáticos, masajes terapéuticos o aplicación de compresas, el aroma de las esencias genera un movimientos vibratorio molecular que se transmite a los receptores de nuestros centros nerviosos conectados a través del celebro, que afectan a todo nuestro organismo.
Cada aceite esencial tiene uno o varios usos terapéuticos diferentes, por ejemplo, el de limón está indicado para estimular la mente, como antiséptico, astringente y cicatrizante; el de lavanda tiene efectos sedantes y relajantes; el de canela sirve para estimular la mente y tiene efectos afrodisíacos; y el de eucalipto se emplea para descongestionar el aparato respiratorio.
En cualquier caso, si un olor nos resulta desagradable, su esencia no será adecuada para nuestro uso terapéutico.